Las elecciones francesas pasaron a un segundo plano ante los cierres en China por el aumento de contagios y los temores a una recesión en EEUU.
Obviamente, la victoria de Macron genera un mayor clima de confianza en Europa en un momento en el que la guerra entre Ucrania y Rusia y los altos precios energéticos están afectando a su crecimiento. Sin embargo, la estabilidad podría durar poco tiempo, ya que el próximo 12 de junio se celebran las elecciones legislativas, que serán determinantes a la hora de gobernar durante la próxima legislatura. A pesar de que Macron parte con ventaja, durante los últimos años el bloque ultraconservador está recortando las diferencias.
Aunque no hubo ninguna encuesta que diera como ganadora a Marine Le Pen, los mercados la señalaron como una amenaza para la estabilidad europea. En términos económicos, Macron ha sido muy criticado durante este primer mandato por elaborar reformas estructurales como un plan para aumentar la edad de jubilación de 62 a 65 años de cara a 2030. El sistema de pensiones, como en gran parte del resto de países europeos, es insostenible y necesita de este tipo de reformas. Le Pen, por su parte, propuso rebajar la edad de jubilación hasta los 60 años para muchos trabajadores, eliminar el IRPF a los menores de 30 y bajar el impuesto sobre la energía de 20% al 5,5%, algo que, aunque suena bien, puede conducir a la ruina.
Macron se enfrenta ahora al difícil reto de unir a una sociedad cada vez más fragmentada y llevar a cabo sus planes para reformar el sistema de pensiones, la desigualdad económica y la brutalidad policial. Los principales sindicatos del país están organizando una nueva manifestación para hacer ver al presidente francés que su victoria no significa que vayan a apoyar sus propuestas. A pesar de todas las críticas que ha recibido, lo que es indiscutible es la solidez que ha demostrado la economía en un periodo con numerosas incertidumbres.
La caída de PIB sufrida durante la pandemia se recuperó a principios del pasado año y en el presente ya supera los niveles de 2019. La tasa de desempleo se ha mantenido durante todo el año por debajo de su media histórica en el 7,40%, mientras que la inflación se encuentra en el 4,50%, lejos de la media europea. La inversión privada se ha visto motivada por reformas favorables a las empresas, lo que ha impulsado la competitividad y la creación de empleo. El CAC 40 perdió en el acumulado del año más de un 10%, pero aun así cotiza por encima de los niveles previos a la pandemia.
La mejor oportunidad de inversión podría estar en el mercado de renta fija, donde hay que recordar la relación inversa entre el precio y la rentabilidad: para que un bono ofrezca más interés su precio debe caer. Durante las últimas semanas, muchos inversores vendieron sus bonos ante el temor de que ganara Le Pen y, por lo tanto, la rentabilidad del 10 años francés subió, marcando máximos desde el año 2014. El mercado apuesta por la continuidad de esta tendencia. Por un lado, porque durante el tercer trimestre el BCE finalizará el último programa de compra de bonos y, por otro, porque se espera que el organismo europeo empiece a subir los tipos este mismo año.
Independientemente de las buenas intenciones de Macron, la inflación, la guerra y el endurecimiento monetario podría llevar a una nueva recesión en el país galo. Las bolsas seguirán sufriendo la volatilidad provocada por la incertidumbre sobre las perspectivas económicas, mientras que la rentabilidad de los bonos podría empezar a ajustarse a un escenario sin estímulos por primera vez en la última década. Antes de que el Banco Central Europeo iniciara sus programas de compra de activos, la rentabilidad del bono francés ofrecía entre un 3% y un 4%, por lo que el recorrido podría ser muy largo.