El mundo desarrollado, en especial Estados Unidos y las grandes potencias occidentales, está pivotando hacia un ciclo monetario más restrictivo.
Atrás queda la era del dinero barato; y el tensionamiento monetario se ha convertido en norma. Es la nueva fase para los mercados. Y una situación que vuela por completo la forma de hacer cartera.
El regreso de la inflación ya no se nota únicamente en las compras diarias, sino también en la inversión. El panorama es el mismo en todas las grandes regiones: si se deducen las tasas de inflación de la región correspondiente a los rendimientos actuales de los bonos con vencimientos de tres meses a 30 años, el resultado casi siempre se traduce en unos rendimientos reales negativos.
Hay que tener en cuenta que el objetivo del Banco Central Europeo (BCE) es alcanzar una tasa del 2% anual a largo plazo. Igualmente, las perspectivas de la economía mundial se han ensombrecido ante la invasión de Ucrania y los persistentes problemas de la cadena de suministro. Por eso, en este contexto de tensiones inflacionarias e incertidumbre geopolítica, los inversores finalmente han comenzado a cuestionar las valoraciones y las expectativas de beneficios, que se han mantenido relativamente elevadas.
La noticia más positiva es que el posicionamiento de los inversores está volviendo a niveles más atractivos, mientras que las valoraciones han comenzado a descender desde unas cotas que eran demasiado elevados.
¿De qué manera pueden tener en cuenta esto los inversores? En los últimos meses, un enfoque de diversificación entre distintos activos como estrategia de inversión ha sido cautelosa tanto en los mercados de renta fija como en los de renta variable, mientras que ha favorecido los mercados de materias primas. La apuesta por la ramificación entre una diferente cesta de productos puede limitar el riesgo y reducir la volatilidad.
Los mercados ahora podrían tener un comportamiento algo más negativo. Después de la cautela con los valores de la eurozona y de los mercados emergentes durante algún tiempo, ahora las acciones cotizadas en Wall Street pueden entrar en ese mismo esquema.
Pensar en una inflación de más largo alcance
¿De qué manera se puede mantener el poder adquisitivo en las en un contexto con unas tasas de inflación en aumento y una mayor incertidumbre? El foco en estos momentos ha pasado de estar en los rendimientos nominales negativos a los rendimientos reales negativos.
Los miedos relacionados con la geopolítica siguen siendo elevados en todo el mundo. A los riesgos económicos asociados a esta situación se suman los miedos de la política monetaria relacionadas con la evolución de las tasas de inflación.
Por tanto, en un entorno como el actual, es muy probable que se produzca una infraponderación ciertamente táctica de la renta variable. Las materias primas, en cambio, se presentan como una sobreponderación u oportunidad de entrada.
Los inversores con una orientación estratégica o de largo plazo se centran en el mantenimiento del poder adquisitivo como principal defensa de la inversión. Al mismo tiempo, consideran los activos tangibles, entre los que se incluyen las acciones (de calidad), como forma de participación sobre activos reales (las compañías).
Por consiguiente, tal y como se viene observando desde un punto de vista meramente histórico, en periodos con tasas de inflación inferiores al 6% en comparación con el año anterior, las acciones y los bonos corporativos obtienen de media mejores resultados que los bonos del Estado y el dinero en efectivo.
En términos generales, el panorama económico ha seguido deteriorándose durante las últimas semanas, lo que podría afectar a los beneficios empresariales en el futuro. El hecho de que las empresas tengan unas perspectivas con una tendencia más bien reservada para los próximos trimestres podría dar lugar a revisiones a la baja de los beneficios.