Desde hace más de un año se habla de China como una de las grandes oportunidades de inversión.
A pesar de varios repuntes puntuales, las bolsas del gigante asiático han seguido cayendo y se encuentran en mínimos de 2005. Muchos se preguntan cómo puede ser posible en una economía que crece por encima del 5% y no tiene problemas de inflación, lo que demuestra una vez más la importancia de generar un clima de confianza entre los inversores y los consumidores.
La falta de contundencia para estabilizar el sector inmobiliario, que tiene un peso superior al 25% en la economía china y las medidas del gobierno contra la industria privada, la propiedad y la tecnología han debilitado la recuperación. Hay un sentimiento generalizado de pesimismo sobre la segunda economía del mundo que contrasta con los máximos históricos que están alcanzando el resto de las principales bolsas mundiales.
En los últimos meses, los rebotes han estado impulsados por las especulaciones sobre nuevas medidas de estímulo. Cada vez que se publicaba un mal dato crecían los rumores, pero nunca llegaron a confirmarse. Durante la pandemia, fue muy aplaudida su decisión de no introducir gigantescos programas de ayudas fiscales y monetarias, ya que eso le permitió tener un mayor control sobre la evolución de los precios. Sin embargo, la falta de ayudas y los largos confinamientos han terminado por deprimir a unos consumidores que no han logrado recuperar la confianza.
Es muy difícil de calibrar las ayudas que necesita una economía cuando atraviesa un periodo de graves dificultades e incertidumbre. Aunque se ha demostrado que los estímulos de Europa y EE.UU. fueron desproporcionados e iniciaron la subida generalizada de los precios, sirvieron para restablecer la confianza. De hecho, es sorprendente ver cómo a pesar de la alta inflación, las subidas en los tipos de interés y los temores a una recesión, el mercado laboral se ha mantenido en los niveles más bajos de la historia. A pesar de todas estas dificultades, las empresas siguen invirtiendo y los consumidores gastando.
Aquí es donde radica uno de los principales problemas de China, y es que no ha logrado restablecer la confianza de los consumidores. Las políticas de estímulo tienen el gran inconveniente de que promueven el aumento de endeudamiento de gobiernos, empresas y hogares, pero también otorgan un respaldo para que la economía siga creciendo. Por el contrario, las políticas de austeridad pueden ayudar a evitar mayores desequilibrios financieros, pero hace que los inversores adopten una postura más prudente y temerosa.
Esto está provocando que mientras la gran parte de los países se encuentra tratando de rebajar la inflación, China pueda entrar en un proceso deflacionario. Para una economía, es igual de grave que los precios no paren de subir, que no paren de bajar, ya que los inversores pueden retrasar sus compras ante la expectativa de que los precios continúen bajando. Los precios llevan cayendo durante los tres últimos meses, lo que supone la racha deflacionaria más larga desde la crisis financiera asiática de finales de 1990.
Aunque en el último trimestre del año pasado logró crecer por encima del 5%, no cumplió con las expectativas. El sector inmobiliario sigue sin recuperarse desde la caída de Evergrande y el mes pasado registró los menores precios desde 2015, lo que pone de manifiesto la magnitud de la crisis. Todo hace presagiar que la débil demanda se mantendrá lo que resta del año, la falta de catalizadores en el corto plazo está provocando salidas de capital hacia otras regiones asiáticas con mayor potencial como Japón. Incluso dentro de los mercados emergentes, la India y México están ganando un mayor peso a medida que EE. UU. está reduciendo su dependencia de China.
Los inversores esperan una respuesta contundente, ya que puede que ni los estímulos monetarios sean suficientes en este momento. La clave está en estabilizar el mercado inmobiliario, defender los precios y llevar a cabo reformas estructurales. En las últimas sesiones se ha especulado con que las autoridades chinas han estado comprando ETFs referenciadas a sus bolsas para frenar las caídas, pero como hemos visto en otras ocasiones que un país ha seguido la misma estrategia, el efecto suele tener una duración muy corta.
La bolsa china sigue siendo una gran oportunidad en el medio plazo, aunque el gigante asiático haya podido perder competitividad, sigue siendo el principal centro de manufacturas y la segunda potencia mundial. Los índices bursátiles de la región han caído alrededor de un 50% desde los máximos del pasado 2021, por lo que ofrece un mayor potencial de revalorización que otros mercados. El problema es que los inversores se han cansado de esperar y ya no quieren invertir en función a expectativas.
Wall Street viene de cerrar un año con subidas superiores al 20% y todavía tiene impulso para seguir subiendo. A pesar de que el endeudamiento está en niveles récord y que los beneficios empresariales han disminuido, los inversores sienten que tiene el respaldo de las autoridades, lo que otorga una gran confianza. Ahora la mayor parte de los bancos centrales tienen el as en la manga de los recortes de tipos, por lo que o China pierde el miedo a gastar, a proteger el enorme sistema bancario del país y a salvaguardar el yuan o pierde la partida.
Joaquín Robles, Analista de XTB
Joaquín Robles estudió Ciencias Empresariales en la UFV y completó su formación en el Instituto de Estudios Bursátiles (IEB) y el Instituto de Empresa (IE). Posee la acreditación European Financial Advisor de la asociación EFPA y la de Gestor de Patrimonios del IEAF. Es colaborador habitual en los principales medios de comunicación y trabaja en XTB desde 2013