Los mercados de renta variable atraviesan un momento crítico a escasos cinco meses de inicio del año 2022.
Entre los principales motivos, cabe destacar la cada vez más evidente desaceleración económica, observada tanto en EEUU como en varios países europeos, así como la agresiva evolución del IPC a nivel global. Adicionalmente, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, iniciado en el mes de febrero, ha supuesto un factor de riesgo adicional para las materias primas energéticas (especialmente crudo y gas natural).
Los principales índices de referencia en EEUU han reflejado notablemente la incertidumbre de los inversores ante el actual escenario macroeconómico, observándose desde el inicio del año hasta la fecha actual caídas reseñables en NASDAQ 100 (-24.9%), S&P 500 (-15.8%) o Dow Jones (-10.8%).
El panorama en Europa también se perfila negativo, y así se refleja en la evolución observada dentro del mismo período en índices como DAX (-15.4%), CAC40 (-15.2%), FTSE MIB (-17.4%) o IBEX-35 (-6.05%). Pese a que diversos bancos centrales, como la FED norteamericana o el Banco de Inglaterra, ya han tomado medidas a través de sendas subidas de tipos, con objeto de frenar la desaceleración económica, el clima actual de mercado parece apuntar hacia caídas más pronunciadas, lo que los inversores comienzan a asumir como inicio de una recesión económica.
A nivel sectorial, algunas de las ramas más observadas son la bancaria, a la espera de que el BCE se pronuncie con respecto a tipos de interés; la de defensa, cuyo crecimiento en Europa a raíz del conflicto bélico ha sido exponencial; o la tecnológica, cuya volatilidad no ha pasado inadvertida. Otros de carácter más defensivo, como el farmacéutico o el de energías renovables, parecen haber pasado a un segundo plano, pese a su positiva evolución en los últimos ejercicios anuales.
No obstante, son estos últimos los que, en ciclos económicos más recesivos, han respondido mejor ante las caídas en los mercados globales.