El mensaje: no quieren ver el precio del crudo por debajo del los 80 dólares el barril.
La OPEP ha tomado la inesperada decisión de reducir la producción de petróleo en otros 1.2 millones de barriles diarios lanza un mensaje claro al mundo: no queremos ver precios del crudo por debajo de 80 dólares el barril. Si hasta 2020 la OPEP solía reunirse cada seis meses para ajustar la oferta de petróleo a la demanda existente, desde que sufrimos la pandemia del COVID, las cosas han cambiado.
Los principales productores de crudo están mucho más encima de las circunstancias que afectan al mercado energético, y toman decisiones de manera preventiva en vez de hacerlo de forma reactiva. Está claro que no están dispuestos a permitir desplomes del precio del petróleo como los que tuvieron lugar durante la crisis del año 2008 o la del 2020. Y eso es un problema cuando la principal preocupación hoy es la lucha contra las presiones inflacionistas, porque si algo tenía de bueno una recesión económica, es que junto al desplome de la demanda también se producía un ajuste severo de los precios a la baja.
Pero la situación actual ha cambiado, y el entorno con ella: se podría dar una desaceleración importante de la actividad económica, sin que ello traiga consigo una caída en el precio del petróleo, lo que dificultaría que la inflación revierta hacia el punto de equilibrio del 2% que se han marcado como objetivo los bancos centrales.
Además, sumamos a esta problemática el hecho de que EEUU lleva desde 2021 vendiendo parte de sus reservas estratégicas para conseguir que el precio del petróleo baje, y con él, también el de la gasolina. Esas reservas, conocidas como SPR, se crearon a raíz del embargo petrolero árabe de 1973-74, cuando las naciones productoras de crudo de Medio Oriente detuvieron las exportaciones, lo que acabó provocando presiones inflacionistas enormes y finalmente la recesión económica de EEUU.
Así nació el SPR, con una capacidad actual de 714 millones de barriles, que permite amortiguar el impacto de precios excesivamente altos durante un periodo de tiempo razonable. Sin embargo, desde hace un par de años, y a fin de contener la crisis inflacionista, el presidente Biden ha vendido aproximadamente la mitad de las reservas que tenía, es decir, ya solo le quedan unos 371 millones almacenados, lo que equivale a las reservas que tenía en 1983.
Es probable que EEUU tenga que plantearse si puede correr el riesgo de afrontar el próximo invierno con uno de los niveles de existencias más bajos de las últimas décadas, o, si por el contrario, es prudente reponer parte de lo vendido. De ser este el caso, la primera potencia económica del mundo pasará de ser neto vendedor de crudo a comprador, lo cual podría alimentar precios cada vez más altos.
Pero aparte de la facción únicamente económica del movimiento de la OPEP, también debemos analizar el impacto político. Las relaciones entre EEUU y Arabia Saudí, el miembro más poderoso del cartel, no han hecho más que deteriorarse, salpicadas por distintos hechos que han alejado las posturas de ambos países, como las polémicas suscitadas por el traslado de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, el cierre del consulado de esta última, la muerte del columnista Yamal Khashoggi, residente estadounidense, en el consulado saudí de Estambul, y la acusación contra el príncipe heredero.
Como muestra de ello está la falta de resultados de los recientes viajes del presidente estadounidense a los países de Oriente Medio, solicitando un incremento de las exportaciones de crudo. No solo eso, si no que las últimas medidas adoptadas han sido reducir la producción, lo que claramente beneficia a Rusia como miembro de la OPEP+ y ayuda a Putin a financiar más fácilmente la guerra que mantiene contra Ucrania.
Por tanto vemos ahora dos vertientes claramente negativas: una económica, que prevee mayores dificultades futuras a la hora de revertir la inflación hacia el objetivo del 2%; y otra política, que muestra como poco a poco el mundo se va dividiendo en dos grandes facciones (una en defensa de Ucrania y contra Rusia; y otra donde no se respaldan las sanciones contra Putin y se mantienen las relaciones comerciales).
Durante las últimas décadas hemos vivido bajo dos corrientes tremendamente deflacionistas, que nos han permitido disfrutar de un entorno de precios muy contenidos: el desarrollo tecnológico y la globalización.
El desarrollo tecnológico seguimos teniéndolo, y a tenor de como ha sido la historia del ser humano, podemos decir que es algo inherente a nuestra evolución como especie. Pero el segundo, la globalización, parece haberse terminado, al menos en los términos a los que estábamos acostumbrados. Entramos en una nueva fase donde el proteccionismo multilateral puede sustituir a la globalización, y de ser ése el caso, volver a entornos de inflación del 2% será mucho más difícil.
Pablo Gil, Estratega Jefe de XTB
Pablo Gil atesora 34 años de experiencia en mercados financieros. Fue Director del departamento de análisis técnico y cuantitativo del Banco Santander durante 8 años. Fue socio fundador y gestor del hedge fund BBVA&Partners con 500 millones de dólares durante 10 años. Actualmente es Director de la escuela de inversión metodotrading.com y Estratega de mercados de XTB para España y Latinoamérica