El dólar estadounidense continúa cerca de su nivel más fuerte alcanzado en décadas.
El billete verde ha subido un 15% este año frente al euro, un 20% sobre la libra esterlina y un 25% sobre el yen. El Dollar Index da una pista de cómo le está yendo a la divisa norteamericana en general, tras revalorizarse un 17%. A finales del mes pasado, alcanzó su nivel máximo en 20 años. Y esto es algo importante para los ahorradores, sobre todo para aquellos que residen en Europa.
El dólar fuerte de hoy amenaza el crecimiento al hacer que las exportaciones estadounidenses sean más caras. A la vez, ayuda con la inflación al hacer que las importaciones sean más baratas, según opina el consenso de mercado. Por lo tanto, las ganancias desbocadas del dólar persuadirán a la Fed a detener las alzas de los tipos de interés que han impulsado el alza del dólar en el largo plazo. Y dado que esos aumentos también han golpeado a las acciones y a los bonos este año, hay posibilidades que se de un cambio de escenario.
Ahora es improbable, y no solo porque la perspectiva comercial ponderada de la Fed deja al dólar menos elevado. La amenaza al crecimiento de un dólar fuerte es modesta en comparación con la inflación que la Fed y el resto de bancos centrales está combatiendo con aumentos en los tipos de interés. Hay economistas que estiman que un aumento del 10% en el dólar ponderado resta 0,4 puntos porcentuales al crecimiento del PIB de Estados Unidos. El endurecimiento generalizado de las condiciones financieras es en gran medida la característica principal del entorno actual.
Mientras tanto, es probable que la ayuda del dólar fuerte para enfriar la inflación sea mínima por ahora. Estados Unidos factura más del 95% de las importaciones en dólares, por lo que los ahorros se desarrollarán solo gradualmente a medida que los productores ajusten los precios.
De hecho, la fortaleza del dólar podría influir en las rentabilidades de las acciones de Estados Unidos durante años y aumentar los rendimientos para los estadounidenses que reequilibran los fondos en el extranjero. Según se calcula, el dólar estaría sobrevalorado en un 17%, mientras que el euro estaría infravalorado en la misma medida y el yen en un 20% o incluso más.
Las acciones en países con una divisa más cara tuvieron un rendimiento inferior en 11 puntos durante tres años, mientras que los países con moneda barata obtuvieron una rentabilidad superior en nueve puntos. Por tanto, existe un crecimiento más rápido de los beneficios locales donde las divisas son más baratas.
Pero eso plantea la cuestión de cómo saber qué monedas son caras o baratas; y no simplemente que puedan subir o bajar mucho. Un método común se llama la paridad del poder adquisitivo: dividir el coste en dólares de un paquete de bienes y servicios en dólares por el coste, por ejemplo, en yenes. Si esa relación es muy diferente a la tasa de cambio, hay un error en los precios. Esa teoría tiene sentido, excepto para cualquiera que haya visitado otro país.
Estados Unidos ha exportado más energía de la que ha importado desde 2019, mientras que Europa y Japón siguen siendo grandes importadores netos. Un aumento en los precios del petróleo y el gas, empeorado por la guerra en Ucrania, ha castigado a esas economías, pero probablemente ha ayudado a la economía estadounidense más de lo que la ha perjudicado.
Diversificar es la clave
Con este contexto, pensando en términos de inversión, el dólar ahora estaría sobrevalorado en medias históricas en un 12%, que está cinco puntos por debajo de su punto más alto hace más de dos décadas. La noción de que es extrema o de alguna manera desalineada con algunos de esos impulsores fundamentales, podría no darse.
Pensando en el largo plazo, Europa está más barata. Las acciones de Estados Unidos cotizaron recientemente a 16 veces las estimaciones de beneficios a futuro, lo que representa una caída del 31% desde el punto más alto del año pasado, pero cerca de su media de 20 años. Por su parte, las acciones de la zona euro bajaron un 45% desde el máximo del año pasado y un 22% más baratas que la media a largo plazo, mientras que las acciones de Japón bajaron un 36% y se abarataron un 18%.
La rentabilidad por dividendo de Estados Unidos es del 1,7% frente al 3,5% de la zona euro y el 2,6% de Japón. Es por eso por lo que una estrategia de diversificación en regiones pensando en el largo plazo puede ser una alternativa.
Esto, evidentemente, siempre habría que combinarlo con la exposición a Estados Unidos. De hecho, un efecto positivo de la solidez del dólar en este tiempo es que los inversores en divisa como el euro han tenido un impacto menos negativo de sus inversiones en cartera, por lo que ha servido para proteger el patrimonio.
Con la fortaleza del dólar, poner en los mercados emergentes y Japón, pensando en un marco temporal muy amplio, puede ser interesante. Por contexto, las acciones de Estados Unidos representaron recientemente el 61% del valor del mercado de valores mundial, frente al 15% de la zona euro y el 5% de Japón.
Las valoraciones de las divisas varían ampliamente entre los mercados emergentes y algunos países se ven más perjudicados que ayudados por un dólar fuerte, porque los pagos de su deuda en dólares han aumentado en divisa local. Europa se enfrenta al riesgo único de su reciente dependencia energética de Rusia. Japón también lidia con los altos costes de la energía, pero podrán mantener la calefacción durante el invierno.
Para los stock pickers, muchos bancos de inversión estadounidenses hablan recientemente de una combinación de blue chips japoneses para hacer frente muy a futuro de esta fortaleza del dólar. Las multinacionales con precios objetivo que sugieren una ventaja de más del 30% incluyen Suzuki Motor e Hitachi, que cotizarían a múltiplos menos exigentes.